Revolución Parietal (1). Cresta sagital.

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Neurociencia Básica & Evolutiva

 

Una de las grandes adaptaciones que fueron probablemente de la mano de nuestra relación necesaria con una dieta cocinada y, por ende, con el fuego, fue la mutación inactivadora en el gen de la miosina MYH16, planteando la posibilidad de que la disminución en el tamaño del músculo masticatorio, que a su vez determinó en parte una reducción de la dentición y la tensión en la masticación, eliminó una restricción evolutiva en la encefalización hará unos 2,4 millones de años.

Esto se explica porque la cresta sagital, característica propia de buena parte de los simios, formaba el punto de anclaje de unos músculos maxilares realmente pesados que, al reducir su tamaño, redujeron a su vez  la presión sobre el cráneo, permitiendo la mutación (y condición) necesaria para que aumentara el cerebro en los humanos si la ecología lo permitía, en este caso una dieta constituida por nuevos alimentos, y que permitiera la forma cóncava y cuasi circular que posee nuestro cráneo moderno. Al no necesitar la musculatura pesada que rodeaba al cráneo, ésta cada vez se volvió probablemente más y más vestigial hasta hacer desaparecer a los puntos de anclaje como la crestal sagital o el torus occipital, facilitando la encefalización revolucionaria parietal.

Los Homo ergaster / erectus aparecieron después de esta mutación (que incluso algunos insisten en afirmar que es bastante anterior a estas fechas) y son conocidos como los primeros hombres y mujeres prehistóricos que manejaron el fuego, y probablemente tuvieran lenguaje verbal gracias a una laringe más baja, es decir, un órgano fonador similar al actual, pero también a una mejora de capacidad simbólica. Fueron a su vez los primeros artesanos de la industria lítica Achelense, la más duradera y característica del Paleolítico (y que define a su etapa Inferior), y sus célebres bifaces o hachas de sílex, trabajando estas rocas con las manos de manera simétrica. También perfeccionaron su relación con el ambiente, con los espacios abiertos, haciendo de ellos los primeros homininos que comenzaron a expandirse entre continentes.

[2ªparte]

 

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