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Neurociencia Básica & Evolutiva
Dentro de la variabilidad del género humano, una correlación clara entre la morfología del cerebro y la cultura material probablemente no se puede probar, debido a la naturaleza no lineal de los cambios culturales, y debido a las limitadas variaciones disponibles para apoyar los enfoques estadísticos. No obstante, debe tenerse en cuenta que en los homínidos de cerebro grande, el abultamiento lateral de las áreas parietales generalmente se asocia con el uso de herramientas musterienses, y la dilatación general de los volúmenes parietales superiores se asocia con herramientas auriñacenses. Ambas áreas parietales superiores y más profundas están involucradas, de hecho, en los procesos de integración visuoespacial. Curiosamente, según la anatomía de la mano, se ha planteado la hipótesis de que los primeros humanos modernos tenían diferentes comportamientos de manipulación de objetos en comparación con los neandertales, a pesar de la industria similar que compartían. Las diferencias en la anatomía manual pueden proporcionar, además, información estructural y funcional directa sobre la evolución de las herramientas. En este sentido, vale la pena señalar que la mano es el último componente de una cadena corticoespinal y que debe considerarse cuidadosamente cuando se trata de evolución y procesos cognitivos o conductuales.
La evolución de la morfología neurocraneal en el Homo sapiens, por su parte, se caracteriza por abultamiento de la región parietal, una característica única de nuestra especie, que nos otorga esta almendra redondeada que tenemos. En los humanos modernos, la expansión de la superficie parietal ocurre durante el primer año de vida, en una etapa morfogenética que está ausente en los chimpancés y los neandertales. Una variación similar en la forma del cerebro entre los humanos adultos vivos se asocia con la expansión del precúneo o precuña, un importante centro de organización del cerebro y región parietal a la que hemos prestado especial atención en las últimas décadas, que actúa como nodo central de la red a modo de hub o zona de alta densidad de información. El precúneo es un elemento importante del lóbulo parietal superior, ubicado la región medial de ambos hemisferios y que alcanza la superficie dorsal del cerebro, situado a su vez en el medio sagital entre los dos surcos intraparietales. Está particularmente activo en la integración de información visoespacial con memoria, representando el ojo del yo. El precúneo contacta posteriormente con las áreas occipitales anteriormente con la corteza somatosensorial, e inferiormente con la circunvolución cingulada y la corteza retrosplenial. Su posición es esencial para la organización general del cerebro, ya que es un nodo principal de las redes cerebrales en términos de relaciones funcionales y estructurales. Asimismo, es el núcleo geométrico del volumen cerebral y tiene una alta temperatura y demanda metabólica inusuales. Estudios paleoneurológicos recientes sugieren que los cambios de forma en las áreas parietales profundas representan un papel principal en el origen de la morfología moderna del cerebro humano y pueden estar asociados a las especializaciones cognitivas humanas.
El precúneo se expandió a lo largo de la evolución humana reciente, algo que observamos basándonos en una combinación de evidencia paleontológica, comparativa e intraespecífica de endocastos (moldes craneales) fósiles y humanos modernos, así como de cerebros humanos y chimpancés. Las proporciones longitudinales de esta región son una fuente importante de variación anatómica entre humanos adultos y, siendo mucho más grandes en el Homo sapiens, es la característica principal que diferencia la morfología del cerebro medio sagital humano de la de nuestro pariente vivo más cercano, el chimpancé. Se ha estudiado de hecho que, junto con el cingulado posterior, es fundamental para el procesamiento consciente de la información. La evidencia de este vínculo con la consciencia proviene de los efectos de su disrupción en la epilepsia, las lesiones cerebrales y el estado vegetativo. Además, el metabolismo cerebral de la glucosa está en su punto más alto en estas dos áreas durante la vigilia, pero se reduce más durante la anestesia.
Se ha sugerido que está involucrado en dirigir la atención en el espacio tanto cuando un individuo hace movimientos, así como cuando los imagina o los prepara. Esto es, una monitorización consciente de la acción en el espacio (o, preferentemente, sobre los objetos de espacio) y su prospección en el futuro. Es decir, la consciencia del constructor o tectonoética. A su vez, participa en diversos procesos, como la atención, la recuperación de la memoria episódica, la memoria de trabajo y la percepción consciente. También está involucrado en la coordinación motora que requiere cambiar la atención a diferentes ubicaciones espaciales y en tareas de memoria propioceptiva, episódica y contextual, junto a la corteza prefrontal izquierda, en el recuerdo de episodios pasados relacionados con el yo y los detalles espaciales que los adornan. Se sugiere que, mientras el área premotora se involucra en la operación mental, el precúneo ayuda a monitorizar el éxito de esa operación en términos de imágenes visuales representadas internamente, crear valencias positivas o negativas de lo que simboliza una acción, y nuestro papel en ésta.
Asimismo, se asume que es el ‘nodo central’ o hub de la red neuronal del modo predeterminado de la autoconsciencia, principalmente su región ventral, pero también es especialmente activo durante las tareas y respuestas sociales. Como un puente entre la integración visuoespacial, la memoria y los niveles internos de conciencia, se ha planteado la hipótesis de que se asocia con la empatía y la autonoesis, o autoconsciencia, ambos requisitos previos para estructurar el contexto social. Se ha sugerido, también, que su papel en las imágenes mentales se extiende al modelar los puntos de vista de otros individuos respecto a nosotros, y se activa cuando una persona adopta la postura de tercera persona vs primera persona. Esto es, ponernos en la piel del otro pero también en lo pedagógico, en lo vicario, enseñando a hacer y aprendiendo a hacer. Junto con la circunvolución frontal superior y la corteza orbitofrontal, el precúneo se activa cuando las personas emiten juicios que requieren comprender si actuar por empatía o perdón.
Esto es aún más intrigante cuando se considera que los límites en las habilidades espaciales, que influyen en la gestión de los recursos del ambiente, también pueden limitar seriamente la organización social de acuerdo con los parámetros neuronales y ecológicos. Los procesos involucrados en la percepción y exploración espacial, interna y externa, se basan en factores neuronales compartidos que influyen en las estrategias de búsqueda, la explotación de recursos y la dinámica de la estructura social. Además de muchas relaciones indirectas entre el manejo espacial y la cognición social, el cuerpo es esencial para la percepción y comprensión de los demás, siendo la entidad física que experimenta y compara la interacción entre los elementos sociales, principalmente a través de las manos. La experiencia multisensorial del cuerpo sustenta, de hecho, las actitudes sociales de nivel superior y estas correlaciones pueden inducir la propiedad ilusoria del cuerpo de otra persona o la pertenencia a un grupo distinto: reconocerse y reconocer a los demás.
Curiosamente, la complejidad de las relaciones dentro de los grupos y entre los individuos muestra una fuerte correlación con los comportamientos asociados con el tacto, como el grooming. Dicho contacto es esencial para estimular y apoyar la creación de redes grupales complejas, probablemente mediante la participación directa de neurotransmisores endógenos opioides, como las endorfinas, a través de la inducción bioquímica y diversas recompensas. Las manos, son de hecho, un elemento indispensable en la comunicación, más allá de lo táctil, pues ontogenética y filogenéticamente hablando son la herramienta primordial del emisor. Los gestos faciales pudieron haber complementado los gestos manuales, con voces agregadas para hacer accesibles al receptor los gestos parcialmente invisibles de su propio lenguaje. Esto podría haber culminado en gestos vocales autónomos, con un acompañamiento manual no obligatorio, ya que el habla no solo libera al resto del cuerpo para funciones no lingüísticas sino que también permite la comunicación por la noche, por ejemplo, y es menos exigente en recursos que la comunicación manual.
Por lo tanto, parece que la mano, más allá de la cultura material, tiene un papel especial como puente funcional también cuando se trata de interacciones sociales. En definitiva, no hay yo sin otros y no hay noción de ser sin la acción de ser para con los otros.
[1ª parte]
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