Revolución frontal (2). Fundación.

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Neurociencia Básica & Evolutiva

Si hay un período de nuestra Prehistoria que me fascina por encima de los demás es el de la Middle Stone Age (MSA). Este término hace alusión al Paleolítico Medio del registro arqueológico africano en contraposición al Paleolítico Medio como tal, que es como conocemos al europeo, que además representa a una población homínidos completamente diferente a la nuestra como es la de Homo neanderthalensis. Además, la investigación arqueológica actual en África ha arrojado mucha evidencia para sugerir que el comportamiento y la cognición humanos modernos comenzaban a desarrollarse mucho antes en África durante su MSA que en Europa durante el Paleolítico Medio. El MSA está asociado tanto con los HAM o humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens), así como con arcaicos Homo sapiens, a veces conocidos como Homo helmei. La evidencia física temprana proviene de Gademotta en Etiopía, la Kapthurin en Kenia y Kathu Pan en Sudáfrica. Es aquí en el Sur de nuestro continente materno, allá por las tierras del Cabo de Buena Esperanza, donde comienza probablemente uno de tantos génesis que atesoramos. Probablemente uno de los más preclaros y definitivos, el yunque que nos forjó a fuego.

Existen dos complejos tecnoindustriales muy característicos de este período. El primero que abordaré es el más reciente, el de Howiesons Poort, con una antigüedad que ronda entre 65,800 BP y 59,500 BP. Esta cultura produjo artefactos simbólicos, como ocre grabado, que nos inducen a pensar en ciertos marcadores de individualidad, de propiedad o personal, pues la carga simbólica pudo estar vinculada al estatus asociado a los roles especialistas que se observan en poblaciones complejas, como aquellas asociadas con un aumento demográfico en una determinada área geográfica, y con cierta evolución socioeconómica.

Por otro lado, en el Refugio de la Roca de Diepkloof en Sudáfrica, se hallaron 270 piezas hechas con cáscaras de huevos de avestruz empleadas, seguramente, como recipientes de agua (algo que continúan realizando los bosquimanos) y que datan de 59,000 años de antigüedad, mostrando marcas hechas deliberadamente con patrones repetitivos  y simbólicos consistentes en líneas cruzadas en ángulos rectos o ángulos oblicuos, por lo que se ha sugerido que intentaban comunicar algo, tal vez la identidad del individuo o del grupo, o la asociación de un término en otro término, de un símbolo en otro símbolo. De hecho, la propia acción de crear un elemento figurativo incrustándolo sobre cualquier superficie ya implica asociar términos, símbolos que de un modo u otro pretenden comunicar algo. Pero, aún así, vamos a retrotraernos incluso más en tiempo.

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El segundo tecnocomplejo al que quiero aludir es el de Stillbay (o Stillbaai), también en Sudáfrica, que antecede a Howiesons Poort en varios miles de años. Un claro ejemplo es de las cuentas hechas con conchas en la Cueva de Blombos, con unos 75,000 años de antigüedad, y que pueden haber permitido la cuantificación que, a modo de mensaje, probablemente actuaron como andamiaje material, y por tanto cultural, para la indicación de grandes cantidades. Sin embargo, las cuentas de concha no deben aceptarse apresuradamente como condición sine qua non del pensamiento moderno o del lenguaje sintáctico moderno.

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Asimismo, en los mismos niveles donde reposaban estas cuentas también se halló la que se entiende como muestra de arte simbólico más antiguo jamás encontrado, en una piedra de silicato que muestra líneas entrecruzadas en patrones fácilmente visibles y hechas con ocre. Que sea arte en términos modernos o no nos puede dar más o menos igual, porque asumimos (y entendemos) que no es así, pero que muestre patrones intencionados, y repetidos en distintos formatos (piedra y ocre) puede darnos pistas sobre la poderosa idea de incrustar símbolos. Además, también nos muestra un aislamiento estético complejo, caracterizado por una esquematización conceptual (a la que denominamos con más o menos acierto como hashtag), una geometría simple y una simetría creativa.

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Como ya sabéis, lo creativo y lo recreativo implica solapar, casar conceptos.  Dentro de la evolución del lenguaje, la cuestión de la recursión, entendida como la capacidad de incrustar un concepto dentro de otro, es la que ha atraído el mayor interés, pues permitiría posteriormente la dialéctica y la retórica debido a su naturaleza autorreferencial y proposicional. Que fuese una era que antecede a la posterior y última gran expansión de Homo sapiens allende tierras africanas, y al arte rupestre europeo, nos da una idea de la importancia de este período de nuestra Prehistoria. Porque es nuestra, todos somos descendientes de primer orden de estos creativos humanos modernos.

Pero lo fascinante, quizá, va incluso más allá. La Hipótesis de Rómulo y Remo explicaría por qué existe la aparición de estos cambios tan concretos en el registro arqueológico de la cultura material durante la MSA y nos muestra los orígenes de nuestro pensamiento simbólico y proposicional. Se especula que hubo una consecución de cambios en cascada en unos pocos niños alrededor de 70,000 BP provocados por una mutación genética que propició un retraso madurativo de la corteza prefrontal (CPF). Como los gemelos que fundaron Roma, los verdaderos niños de estos tecnocomplejos sudafricanos habrían estado expuestos a una comunicación que consistiría en muchas palabras pero ninguna recurrencia, tan simple como el que podrían haber aprendido de una loba. Los padres de los niños no habrían podido enseñarles preposiciones espaciales ni recursividad, teniendo estos que inventar elementos recursivos del lenguaje de forma independiente, como preposiciones espaciales y temporales. A su vez, estos niños crecieron juntos, comunicándose y entendiéndose el tiempo suficiente como para engendrar prole que heredara la coevolución gen-cultura de estos rasgos y enseñara, a su vez, estas variaciones comunicativas y simbólicas formando nichos culturales acumulativos cada vez más complejos como parte de otro punto en un continuo..

Es decir, la neotenia de la que goza y sufre nuestra especie mostró una vez más una característica que más adelante cambiaría nuestra forma de ver y entender el mundo. Esta capacidad del lenguaje recursivo para comunicar un número infinito de imágenes novedosas con el uso de un número finito de palabras depende de lo que denominamos Síntesis Prefrontal (SPF) o Mental, y también se ve facilitada por preposiciones espaciales, tiempos verbales, anidamiento y otros elementos comunes de la gramática. La SPF es el proceso consciente cuyo propósito es el de sintetizar nuevas imágenes mentales, combinando distintos elementos, como ocurre en el anidamiento y la recursión. Además, está controlada y depende completamente de una CPF lateral intacta, que la convierte a su vez en un proceso activo, creativo y puramente consciente.

Considera, por ejemplo, la capacidad exponencial de las preposiciones espaciales para aumentar el número máximo de imágenes distintas que se pueden comunicar de un modo inteligible. En un lenguaje sin preposiciones espaciales u otros elementos recursivos, mil sustantivos que expresa un emisor pueden comunicar mil imágenes al oyente o receptor. Agregar solo una preposición espacial permite la formación de frases de varias palabras (como ‘el recipiente detrás de la esquina’ o ‘la manzana encima de la mesa’) y aumenta el número de imágenes distintas que se pueden comunicar de mil a un millón (1000x1x1000).

Agregar una segunda preposición espacial y permitir oraciones de cinco imágenes distintas combinadas de la forma objeto-preposición-objeto-preposición-objeto (como: ‘una taza en un plato detrás de un tazón’) aumenta el número de imágenes distintas que se pueden comunicar a cuatro mil millones (1000x2x1000x2x1000). La adición de una tercera preposición espacial aumenta el número de imágenes distintas a 27 billones (1000x3x1000x3x1000x3x1000), y así sucesivamente. Un lenguaje típico con mil sustantivos y cien preposiciones espaciales puede comunicar teóricamente 1000 ^ 101 x 100 ^ 100 imágenes distintas. Este número es significativamente mayor que el número total de átomos en el Universo. A todos los efectos prácticos, un lenguaje recursivo con solo mil palabras y algunas preposiciones puede comunicar un número infinito de imágenes distintas. De ahí la importancia de este salto evolutivo.

Desde una perspectiva neurocientífica, es relativamente fácil imaginar cómo una sola mutación podría haber aumentado el volumen cerebral, o el número de sinapsis, o el número de células gliales, o la extensión misma de la mielinización axonal en unos pocos puntos porcentuales, pero aquellas relativamente pequeñas diferencias neurológicas no podrían haber evitado que los niños adquieran la SPF, como puede ser en este caso la duración del período crítico de maduración en estos niños. Todo es cuestión de fitness ecológico. Si la duración del período crítico en homininos pre-SPF fuera más corta que en los niños modernos, eso habría disminuido la probabilidad de invención de elementos recursivos y al mismo tiempo tener suficiente tiempo para entrenar sus redes neurológicas dependientes del diálogo esenciales para la SPF. Por ejemplo, si el período crítico para la adquisición de esta capacidad que terminara a la edad de dos años, los niños no tendrían ninguna posibilidad de adquirirla en absoluto. Solo un período crítico que termina a la edad de tres años habría brindado una oportunidad mínima para adquirir SPF. De hecho, sabemos de la sensibilidad que poseemos para adquirir el lenguaje que conocemos hoy en día y de las consecuencias que sufren los niños que no están expuestos al lenguaje a edades tempranas.

Este poder recién adquirido para la rápida yuxtaposición de objetos mentales en el proceso de la SPF facilitó dramáticamente la creación de prototipos mentales y condujo a una aceleración rápida del progreso tecnológico. Armados con la capacidad sin precedentes de simular mentalmente cualquier plan complejo y de comunicarlo a sus compañeros nos convertimos en humanos realmente modernos, listos para convertirnos rápidamente en la especie elegida. Capaz de imaginar otros mundos, otros escenarios y nuestro propio paso por el mundo.

[1ª parte]

[Para más info clickea aquí, aquí, aquí, aquí, aquí & aquí]

Referencias:

d’Errico, F. et al. (2005). Nassarius kraussianus shell beads from Blombos Cave: evidence for symbolic behaviour in the Middle Stone Age. Journal of Human Evolution, 48, 3–24.

Hauser, M. D. (2002). The Faculty of Language: What Is It, Who Has It, and How Did It Evolve? Science, 298(5598), 1569–1579.

Henshilwood, C. S., d’ Errico, F., van Niekerk, K. L., Coquinot, Y., Jacobs, Z., Lauritzen, S.-E., … Garcia-Moreno, R. (2011). A 100,000-Year-Old Ochre-Processing Workshop at Blombos Cave, South Africa. Science, 334(6053), 219–222.

Henshilwood, C. S. & d’Errico, F. (2011). Homo symbolicus: the dawn of language, imagination and spirituality, Amsterdam ; Philadelphia, John Benjamins Pub. Co

Vyshedskiy, A. (2019). Language evolution to revolution: the leap from rich-vocabulary non-recursive communication system to recursive language 70,000 years ago was associated with acquisition of a novel component of imagination, called Prefrontal Synthesis, enabled by a mutation that slowed down the prefrontal cortex maturation simultaneously in two or more children – the Romulus and Remus hypothesis. Research Ideas and Outcomes, 5: e38546.

Vyshedskiy, A. (2019). Neuroscience of imagination and implications for human evolution. Current Neurobiology 10(2):89-109

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