Nichos culturales (1). La evolución cultural acumulativa humana.

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Cognición Animal & Arqueología Cognitiva

 

Antropólogos, biólogos y psicólogos han estado comprometidos en una búsqueda para descubrir los rasgos que nos hacen exclusivamente humanos. En los últimos 60,000 años, los seres humanos nos hemos expandido por todo el mundo y ahora ocupamos un rango de entornos más amplio que cualquier otra especie terrestre. Además, nuestra capacidad de adaptarnos con éxito a una gama tan diversa de hábitats a menudo se explica en términos de nuestra capacidad cognitiva. Los humanos tienen cerebros relativamente más grandes y más poder de cómputo que otros animales, y esto nos permite descubrir cómo vivir en una amplia gama de entornos. Es un hecho.

Sin embargo, aunque nos tengamos como más inteligentes que otras criaturas, ninguno de nosotros es lo suficientemente inteligente como para adquirir toda la información necesaria para sobrevivir en un solo hábitat de manera individual, autodidacta y autónoma. Incluso en las sociedades en apariencia más sencillas, las personas dependen de una amplia gama de herramientas y especialistas del conocimiento local sea éste natural, cultural o social. Debemos, por tanto, nuestro éxito a nuestra capacidad desarrollada de manera única para aprender de los demás, permitiéndonos a los humanos acumular información, gradualmente, de generación en generación, de lo cual hablaré más adelante, y desarrollar herramientas, creencias y prácticas bien adaptadas que son demasiado complejas para que cualquier individuo pueda inventarlas durante su vida, formando lo que llamamos nichos culturales.

Estos entornos artificiales permiten que las poblaciones humanas hayan podido establecerse y prosperar en ambientes hostiles como resultado de la acumulación de información cultural en lugar de las habilidades cognitivas evolucionadas por sí solas, tener una ‘mochila de herramientas’, una navaja suiza de recursos culturales (como puede ser el conocimiento más pertinente) para sobrevivir y que, si no existiera, nos complicaría las probabilidades de supervivencia porque somos, al fin y al cabo, animales sensibles a la cultura, al aprendizaje vicario y a la pedagogía. La construcción de estos nichos es un proceso a través el cual los organismos modifican su entorno y, como resultado, alteran las presiones de selección sobre sí mismos y otras especies. En la construcción de nichos culturales, uno o más rasgos culturales pueden influir en la evolución de otros rasgos culturales o biológicos al afectar el entorno social en el que estos últimos pueden evolucionar, puede incluir interacciones cultura-gen o cultura-cultura.

Es decir, los seres humanos nos hemos involucrado colectivamente durante milenios en la construcción de nichos a una escala espectacular, a menudo cambiando nuestro entorno natural más allá del reconocimiento o la exploración y, como resultado, alterando el curso de su propia evolución. Los humanos también son únicos en la extensión y complejidad de su aprendizaje cultural, y el trabajo teórico y empírico reciente sugiere que la construcción de nichos culturales, donde un conjunto de prácticas culturales humanas contribuye a las fuerzas evolutivas que actúan sobre los rasgos genéticos o un segundo conjunto cultural de rasgos transmitidos, puede ser una fuerza poderosa que explica la evolución y el comportamiento humano.

Pero, ¿por qué, solo nosotros en el reino animal hemos creado arte y literatura, sistemas sociopolíticos que permiten la cooperación a gran escala y el conocimiento científico y tecnológico para colonizar todo el planeta y explorar el espacio? Es decir, más allá de nuestro gran cerebro, nuestra compleja socialidad, nuestra fluidez cognitiva y nuestra creatividad a lo largo de los años muchos candidatos, incluida la fabricación de herramientas, la memoria episódica y la comunicación semántica, se han quedado en el camino a medida que los investigadores han descubierto habilidades hasta ahora desconocidas en otros animales. Algunos autores, como Pinker, nos hablan de esa inteligencia improvisada humana, que nos permite adaptarnos a múltiples situaciones y a poseer una fluidez cognitiva con la cual desarrollar pensamiento asociativo y creativo,  en contraposición a la inteligencia dedicada de la inmensa mayoría del resto de animales, mecanismos de toma de decisiones y aprendizaje específicos del dominio que se adaptan a entornos particulares. El lenguaje, en nuestro caso, sería un elemento clave para poder transmitir información clave dentro de estos nichos, facilitar la transmisión cultural a las siguientes generaciones e impedir que el que venga tras nosotros tenga que empezar de cero, por no hablar de algo mucho peor.

Como animales que presentan una neotenia más prolongada y dependiente, somos inmensamente vulnerables durante mucho tiempo, en nuestras etapas púber, en comparación con otras especies. Esto hace que la supervivencia de nuestras crías se deba en su mayor parte al cuidado de los progenitores y otros nodos familiares. A su vez, también somos más sensibles a los cambios de nuestro entorno, lo cual nos predispone tanto a padecer con una mayor prevalencia y duración los trastornos que conocemos hoy en día, pero también a aprender e improvisar sobre la marcha. A fluir. Es lo que, en términos neurobiológicos, llamamos eficacia vs robustez. La eficacia de las redes neurales humanas que nos permiten y nos predisponen a lo anteriormente mencionado, en contraposición a la robustez de otros animales que los predispone al Sota, Caballo y Rey en términos conductuales.

A día de hoy uno de los principales candidatos para explicar la clave del éxito humano en términos de construcción de nichos es la cultura acumulativa o la evolución cultural acumulativa (ECA). Este concepto fue destacado en la década de los 90’s por Boyd & Richerson, por un lado, y Tomasello, por otros, para contrastar la cultura humana y las no humanas. Incluso entonces había evidencia tanto de aprendizaje social como de tradiciones culturales en especies no humanas, y esta evidencia se ha acumulado en los años posteriores. Muchas especies a través de múltiples taxones aprenden unas de otras, y de tal manera que pueden generar diferencias de comportamiento entre grupos de individuos. Sin embargo, Tomasello argumentó que solo los humanos podrían acumular modificaciones con el tiempo donde algún individuo o grupo de individuos primero inventó una versión primitiva de un artefacto o práctica, y luego algunos usuarios o usuarios posteriores hicieron una modificación, una ‘mejora’, que otros adoptaron quizás sin cambio durante muchas generaciones, momento en el cual algunos otro individuo o grupo de individuos realizó otra modificación, que luego fue aprendida y utilizada por otros, y así sucesivamente.

En contraste con las tradiciones culturales de las especies no humanas, quizás con la excepción de los monos silbadores (Sapajus libidinosus) y los chimpancés (Pan troglodytes) en términos de industria lítica o los monos tití (Callitrix jacchus) que se comunican con dialectos regionales aprendiéndose éstos cuando se mudan a otras regiones, las culturas humanas acumulan cambios significativos y realmente cualitativos a lo largo de muchas generaciones, dando como resultado comportamientos transmitidos culturalmente que ningún individuo humano podría inventar por sí solo. Incluso en las sociedades de caza y recolección más sencillas, las personas dependen de conocimientos y tecnología tan complejos y evolucionados. Esto puede verse como una forma de construcción de nicho cultural, donde la ECA modifica y crea sus propias presiones de selección. En este sentido, asume que el propio lenguaje humano es una adaptación para facilitar la transmisión cultural y, por tanto, la construcción de los nichos. Además, lo emplearé como ejemplo para explicar la especifidad de los nichos culturales según Tomasello.

El lenguaje no sólo es el vehículo del pensamiento, también proporciona una fuente de variación de comportamiento en forma de aparición de un comportamiento completamente nuevo o modificación del comportamiento existente. Esto podría ocurrir a través de un aprendizaje social, por ejemplo, aprendizaje asociativo o resolución de problemas de alto nivel o creatividad, o aprendizaje colectivo, donde la novedad conductual surge de las interacciones entre individuos en grupos. Todos conocemos ejemplos malogrados de intentar dar con el lenguaje primordial, aislando a niños de la sociedad (y por tanto la cultura) con resultados desastrosos. No emiten otra cosa que no sea gruñidos pues, de un modo u otro, el lenguaje facilita el aprendizaje entre individuos. De hecho, la variante de comportamiento debe transmitirse a otros a través del aprendizaje social y debe mejorar alguna medida de rendimiento, ya que es una baliza en términos ecológicos. Si esto no ocurriera, la innovación se perdería cuando el individuo innovador muriera o el grupo innovador se disolviera.

Esta innovación y el aprendizaje social deben repetirse con el tiempo para generar una mejora secuencial en el rendimiento. Aunque es cierto que puede ser algo ambiguo, los términos ‘repetido’ y ‘secuencial’ están destinados a descartar casos en los que una sola variante de comportamiento se propaga dentro de una población, tal vez a la fijación, sin más modificaciones o mejoras. Además, las características del rasgo socialmente aprendido que se maximizan o desean de acuerdo con los mecanismos de evaluación neurobiológicos, cognitivos, emocionales y de otro tipo de los individuos, pueden incluir la eficiencia de las rutas migratorias o la alimentación por extracción, la durabilidad y la nitidez de las herramientas de corte, o el atractivo estético del arte o los estilos de vestir. O tal vez de algo incluso mayor.

Quizás sean los nichos cognitivos y culturales el campo adecuado para estudiar el proceso de autodomesticación humana. Quizás el lenguaje nos enseñara que para crecer hay que echar raíces y que la unión, el conocimiento adecuado de un entorno reconocible y una sociedad de especialistas fuesen el ambiente propicio para la variabilidad humana y la complejidad que nos caracteriza. Pero esa…es otra historia.

 

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Referencias:

Biro, D., Sasaki, T., Portugal, S.J., (2016). Bringing a time–depth perspective to collective animal behaviourTrends Ecol. Evol. 31, 550–562.

Boyd, R., Richerson, P.J. (1996). Why culture is common, but cultural evolution is rareProc. Br. Acad. 88, 77–93.

Dean, L.G., Vale, G.L., Laland, K.N., Flynn, E., Kendal, R.L. (2014). Human cumulative culture: a comparative perspective. Biol. Rev. 89, 284–301.

Odling Smee, F.J., Laland, K.N., Feldman, M. (2003). Niche constructionPrinceton, NJPrinceton University Press.

Pinker, S. (2010). The cognitive nicheProc. Natl Acad. Sci. USA 107, 8993–8999.

Tomasello, M. (1999). The cultural origins of human cognitionCambridge, MAHarvard University Press.

 

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