📖🔱 ¿Quiénes fueron los pioneros de la domesticación humana?
Psiquiatría & Psicología Evolucionista
[Otra historia de violencia 2/2]
1. Otra historia de violencia.
En los seres humanos encontramos distintos estilos de comunicación basados en el arrastre rítmico: la capacidad de (al menos) dos personas para sincronizarse con precisión instantánea a un ritmo compartido y constante, que se manifiesta característicamente a través del movimiento de todo el cuerpo. Ya sea visto como un subproducto evolutivo, o una adaptación para promover la cohesión social por diversas cuestiones como la religión o la guerra, abundan las especulaciones sobre posibles escenarios para su aparición en el clado humano. A pesar de una floreciente ciencia de la evolución de la música y la reciente formulación de marcos comprobables sobre la evolución de la danza, comprender las proto-etapas de los orígenes del lenguaje, la comunicación basada en la praxia social estereotipada, repetitiva y sincrónica, y sus repercusiones en nuestro proceso de auto-domesticación depende de lo que se pueda aprender de la investigación comparativa entre primates y los análisis meticulosos de ritmo y sincronía. Sin embargo, la evidencia reunida hasta ahora dentro de nuestro orden animal no pinta una imagen coherente de cómo la evolución de la praxia social, por sí sola, pudo haber jugado un papel significativo. Por ejemplo, los estudios experimentales con monos y grandes simios se han centrado en la sincronización rítmica preparada por humanos bajo protocolos de entrenamiento, o enriquecimiento cognitivo, donde los sujetos no se involucraron en la participación con miembros de su misma especie. En condiciones naturales, sin embargo, los primates no humanos sí participan en comportamientos rítmicos, algunos de los cuales se pueden comparar, a un nivel puramente mecánico, con el uso de instrumentos musicales. Los análisis de estos comportamientos rara vez se han realizado a la luz de la evolución de la praxia social y rara vez se han adoptado medidas precisas de ritmo y sincronía, con solo unas pocas excepciones en el campo. Sin embargo, estos hallazgos sí tienen implicaciones para las teorías actuales de la evolución del habla y el lenguaje, elementos necesarios para entender la fluidez cognitiva y la diversidad humana.
2. La Hipótesis del Pionero.
En este punto plantearé mi propia hipótesis sobre cómo la sustitución de una violencia reactiva por otro tipo de violencia, instrumental o diferida en un contexto de competencia intrasexual masculina para sustituir a los déspotas más reactivos pudo, a su vez, tener una relación bidireccional de retroalimentación con la emergencia evolutiva de la cohesión social y un proto-lenguaje sincrónico, estereotípico, mudo y práxico en un contexto de competencia intersexual, aloparentalidad e interdependencia personal como defensa ante la aparición de un nuevo tipo de déspota más organizado, planificador, maquiavélico y capaz de desestabilizar más allá del presente, a largo plazo, pudiendo explicar en parte cierta prevalencia de algunos perfiles clínicos en la población a través de un cautiverio artificial o auto-domesticación.
Se ha propuesto que solo las especies capaces de aprendizaje vocal, o producción, son hábiles para percibir y sincronizar sus latidos, y aunque no se reconozca a los grandes simios como aprendices vocales pero sí capaces de un gran arraigo social que, junto a un cuerpo acumulativo de evidencia para el aprendizaje vocal y Teoría de la Mente en estos, los chimpancés y otros grandes simios nos ayudan a entender, en base de su estudio dentro de un marco comparativo, nuestro propio curso evolutivo. Contra lo que generalmente se cree, el estudio de arrastre rítmico social, endógeno, sincrónico y estereotipado en chimpancés sugiere que el lenguaje puede no haber consistido originalmente en un conjunto multimodal de conductas auditivas, visuales y sensoriales, como ocurre hoy en día, sino como un comportamiento mudo. El reclutamiento de otras capacidades motoras cognitivas y, en particular, de un sonido sincrónico simultáneo podría haber ocurrido en etapas posteriores de su evolución. Debido a su naturaleza repetitiva en cautiverio, el arrastre rítmico podría interpretarse como un comportamiento estereotípico sin más pero esta posibilidad plantea preguntas que invitan a la reflexión sobre los inductores socioecológicos para los comportamientos del proto-lenguaje y la diversidad conductual en el linaje humano. Debido a que el comportamiento estereotípico en animales cautivos, incluidos los primates, puede estar asociado con el confinamiento y la angustia, es concebible que las condiciones naturales y artificiales que imponen efectos similares en nosotros podrían haber jugado un papel en la emergencia evolutiva del lenguaje articulado en una especie intensamente social como la nuestra.
Dunbar (1992) planteó la Hipótesis del Cerebro Social para explicar la complejidad de nuestro tejido asociativo como indicador de pertenencia a grandes grupos de individuos organizados y jerarquizados, vestigios del grooming (acicalamiento) y el gossip (cotilleo, cuchicheo) propios de los primates, donde el lenguaje humano se presenta como el dominio cognitivo dominante de un cerebro que se ha ido conformando en función de sus rasgos sociales más adaptativos, partiendo de la idea sobre qué formas de resolver situaciones complejas de un modo colectivo han ejercido la presión evolutiva necesaria, pero no suficiente, para que nuestro cerebro premie a aquellos caracteres que favorecen lo grupal y lo social, sobre lo individual. El lenguaje puede haber emergido como un medio “barato” y a distancia de acicalamiento, lo que permitiría a los humanos primitivos mantener la cohesión social de manera eficiente pues, sin lenguaje, especula Dunbar (1998), los humanos tendrían que dedicar casi la mitad de su tiempo al acicalamiento, lo que tendría que hacer casi imposible un esfuerzo cooperativo y productivo, y no nos habría permitido que las sociedades permanecieran cohesionadas, al tiempo que reduce la necesidad de intimidad física y social, así como la formulación de otras estrategias de afrontamiento menos agresivas.
La convivencia grupal, de hecho, expone a los animales a una serie de tensiones que incluyen limitaciones cuando existe la carestía de recursos tróficos, un espacio reducido o acceso a una pareja. Esto explica el control de los individuos más dominantes, y los efectos generalmente perturbadores que surgen del hecho de que los animales en grupos sociales estén obligados a coordinar sus actividades en formas que no siempre son ideales para cada individuo, incluso implicando un riesgo para su propia integridad. Por ejemplo, en varios cambios paleoclimáticos se redujo la disponibilidad y la distribución de las fuentes de alimentos, impulsando el estrés fisiológico y la competencia intragrupo e intergrupo, efectos que se habrían exacerbado aún más cuando los homínidos ancestrales se vieron limitados en refugios ecológicos. Estas condiciones podrían haber causado efectos de confinamiento similares a los experimentados en cautiverio, con la presión ejercida por déspotas ante la escasez de recursos, propiciando la desaparición de estos mismos ante coaliciones de machos de bajo acervo genético y hembras.
Debido a que las consecuencias de la depredación entre individuos de la misma especie son tan definitivas, no solo para el individuo sino para el grupo, los costes que implican la sociabilidad deben mantenerse bajo control para reducir su impacto; de lo contrario, las fuerzas centrífugas y cíclicas de las demandas egoístas de sus miembros darán como resultado una rápida e inevitable dispersión del grupo. Del mismo modo, si la adopción de un sistema de cría cooperativo se llevó a cabo a lo largo del linaje humano, esto podría haber llevado a las personas a vivir en nichos llenos de gente, con algunos individuos que se reproducen y otros que no lo hacen, pero que dedican su gestión del tiempo en otras tareas. Aquí el arrastre rítmico, como lenguaje basado en una praxia social sincrónica, pudo haber surgido como una emergencia comunicativa co-estereotípica entre individuos para sobrellevar el estrés bajo un aumento de éste inducido ecológica y/o socialmente por un nuevo tipo de déspota que ejerciera la violencia instrumental y la agresión directa en diferido sobre machos más reactivos, pero también sobre aquellos con los que no existe una competencia directa como los cooperadores, planificando una acción punitiva colectiva.
Sabemos que ante situaciones novedosas y estresantes las neuronas humanas utilizan mejor la capacidad de información entrante premiando la eficacia sobre la solidez que en otras especies de primates, como los macacos, en algunas regiones del cerebro como son la amígdala y la corteza cingulada, vinculadas al procesamiento de información contextual, y esto implica que poseamos más fluidez cognitiva y conductual, para improvisar y actuar con mayor rápidez ante las contigencias, pero a la vez estas nos condicionan para ser más inestables y vulnerables ante los cambios y presiones. En resumen, aprendemos rápido pero estamos más predispuestos a errar en la respuesta y que las consecuencias de ésta tenga cierta pervivencia en el futuro. Esta trade-off pudo ser determinante a la hora de entender que ante la presión ejercida por déspotas sobre competidores, cooperadores y criadores, la emergencia evolutiva de actuar para defenderse ante la sumisión pudo dar lugar como resultado un subproducto derivado que encontramos en el lenguaje y en algunos trastornos que impulsaran la comunicación o verbalización de estados internos, como la ansiedad que puede alcanzar una prevalencia del 33,7 % en una población de individuos que la padecerán en algún punto a lo largo de su vida, siendo ésta resultado a su vez de la selección social.
Según la psicología evolucionista, la selección natural puede favorecer diferentes niveles de un rasgo de personalidad en diferentes entornos, incluido el cautiverio y dentro del propio proceso de auto-domesticación, donde el valor esperado de los beneficios de los aspectos psicológicos puede superar sus costes, dándose el equilibrio de ambos cuando se encuentran dos o más estrategias dentro de una población a una frecuencia particular entre sí, modulando una prevalencia o presencia concreta de estos. En un entorno en el que la mayoría de las personas adopta una estrategia de cooperación, un pequeño número de personas puede mantener una estrategia de explotación, que será el germen de la formación de una escala social y cultural. Esto puede traer grandes beneficios en términos de aptitud ecológica cuando es poco frecuente, pero se vuelve menos gratificante en frecuencias más altas debido a la vigilancia ante conductas antisociales en la población y debido a la mayor probabilidad de que un tramposo encuentre a otro tramposo, explicando además su prevalencia del 1% y su tendencia depredadora, y despótica, cuyo fin no es más que la eusocialidad y la explotación de los demás, siendo evidente el papel de la selección sexual en este conjunto de perfiles. De hecho, es algo bien sabido que los trastornos de personalidad del Grupo B tienen relaciones positivas con el número de hijos y, por su parte, los rasgos psicópatas facilitan la actividad sexual, lo que se considera un nivel de condición física y fertilidad mayor.
En este sentido, la Hipótesis del Tramposo implica que los psicópatas exhiben más indignación, menos empatía y menos altruismo que los no psicópatas como alternativa a la cooperación, donde las emociones tienen un papel central como dispositivos de compromiso y explica por qué corresponde a un fenotipo moderno que se observa más en el mundo industrializado. Mostrar ciertas emociones compromete a un individuo de cierta manera, con implicaciones en la evolución del compromiso, porque los tramposos que no tienen la intención de decir la verdad específicamente son seleccionados y los cooperadores pueden tender a ser expertos en leer las intenciones de un psicópata. Luego se seleccionarían tramposos más hábiles, y así sucesivamente. Al final, los cooperadores evolucionaron para usar señales afectivas de confianza, como muestras de sincronismo comunicativo, estereotípico y ansioso y los tramposos para ocultar la intención de hacer trampa, apareciendo así como cooperadores en una carrera de competencia directa en términos de aptitud evolutiva, como ocurre en con la Hipótesis de la Reina Roja.
De hecho, cuando se analiza el comportamiento potencialmente adaptativo, la evidencia empírica puede ser principalmente el conjunto de las facetas antisociales del Factor 1, como son la identificación y la frialdad emocional, que puede estar relacionado con el comportamiento adaptativo y funcional, en comparación con las facetas del Factor 2, que son la impulsividad, la reactividad y el comportamiento antisocial. Mientras que el Factor 2 puede resultar adaptativo solo en entornos sociales que facilitan la explotación incondicional de otros, el Factor 1 puede funcionar, de manera más amplia, en entornos que presentan oportunidades ocasionales de deserción ante un grupo de iguales y frente a relaciones que, se entiende, son de escaso valor para uno mismo y no se ajusta al interés propio como pudieron ser aquellos entornos emergentes en nuestro curso evolutivo en el que fuimos eliminando a unos déspotas con otros. Cuando se indica la posibilidad de una relación rentable a largo plazo, la psicopatía parece compatible con el establecimiento de un equilibrio de fuerzas dentro de un mutualismo cooperativo y, por muy estratégica o maquiavélica que sea su base, puede dar como resultado un conjunto de diversas estrategias conductuales, como la cooperación y la prosocialidad, en otros individuos a lo largo de un continuo de historias de vida que pueden derivar en la prevalencia de otros trastornos en una población concreta e intentar equilibrarla a través de la conducta prosocial.
De darse el caso, los seres humanos estamos preparados para cooperar y ayudar, en términos prosociales, a otros individuos. Si existen elementos en un grupo que necesitan de más tiempo, crianza y ayuda altruista también podemos crear los lazos adecuados para formar la red de cuidadores necesaria. En ese sentido encontramos ejemplos de individuos que fueron, cada vez más, especialmente sensibles a los terrenos técnico-prácticos y sensoriales conforme fuimos convirtiéndonos en animales cada vez más sensibles a la selección cultural.
La aparición de estos nuevos perfiles pudieron producirse en un contexto más estable de elección de una pareja menos agresiva y más comunicativa que cooperara en una crianza más prolongada y estable con ayuda de otros miembros familiares del clan en el que también fueran útiles, y que establecieran nuevas bases para la cooperación y la prosocialidad que determinarían conductas altruistas. Las ventajas de que en un poblado existiera la presencia de individuos con una mayor sensibilidad hacia los ciclos del entorno natural, como la detección de bayas, o que a través de una especialización práctica crearan mejoras tecnológicas que formaran un continuo cultural acumulativo y nos permitieran algunas ventajas cognitivo-culturales como es el cronometraje, compensaron el grado de desconexión con su entorno social en comparación a los cooperadores, dando lugar a la prevalencia de población neurodiversa, que incluye entre otros al espectro autista de alto funcionamiento y al TDAH, a través de la selección cultural y que en tiempos modernos podemos rastrear en torno al 30-40 %.
A su vez, la selección cultural sería la manifestación más clara de una auto-domesticación ejercida entre machos de bajo acervo genético que redujo la agresión reactiva a través del lenguaje en primer lugar, ejerció presión sobre los cooperadores para establecer un bucle de retroalimentación entre comunicación y la prevalencia de trastornos afectivos, que a su vez indujeron la necesidad de actuar en términos prosociales para establecer redes de confianza, así como la crianza y mayor pervivencia demográfica que sostendría la manifestación de perfiles neurodiversos en una sociedad cada vez más estable, perpetua y con bases sociales normativas más complejas que estimularían la cultura acumulativa. En este sentido la neurodiversidad y la selección cultural son una suerte de Bufón de la Corte, pues es la manifestación evolutiva de nuestra fluidez cognitiva y conductual que ha dado lugar a una diversidad de perfiles que nos ha permitido adaptarnos a factores abióticos como ninguna otra especie ha hecho a través de la especialización neurodiversa, además de cierta convergencia evolutiva con otras especies, como el perro, que en un bucle de retroalimentación en nuestros procesos de auto-domesticación han estimulado la neurodiversidad a través de la especialización en el trabajo y la comunicación basada en el lenguaje.
3. Conclusión.
En definitiva, el uso de armas letales y la conspiración basada en el lenguaje propiciados por machos más débiles son razones que pueden explicar nuestra auto-domesticación y la eliminación de una propensión más reactiva hacia la agresión que en otras especies, creando pioneros en la reducción del dimorfismo sexual a través de la ejecución coordinada de los déspotas más reactivos que no colaboraban en el reparto equitativo de alimentos, en el apareamiento y en la crianza. La evolución de la conspiración basada en el lenguaje como forma de intencionalidad colectiva, a través de la competencia intrasexual masculina, fue probablemente el factor paleoecológico clave en la domesticación de H. sapiens porque es el mecanismo más convincente para explicar la presión selectiva contra otros machos y la fluidez cognitiva de la que hacemos gala.
El lenguaje sofisticado apareció en los machos de baja destreza como medio para la lucha que permitió planear, cooperativamente, la ejecución de machos alfa físicamente agresivos y dominantes, y también se gestó en los miembros cooperadores de estos grupos, siendo éste un sistema que se conoce hoy en día como un mecanismo de nivelación en sociedades de pequeña escala, donde probablemente la selección sexual acelerara el proceso para la aparición de otro tipo de déspotas que también explotaran con otros medios más instrumentales a la población y que la selección social lo modulara a través de la prevalencia poblacional de perfiles concretos entre cooperadores y déspotas. Otras características derivadas del ser humano como animal que ha creado complejidad social y cultural a través de una selección directa de perfiles más dóciles, como la neurodiversidad y la construcción de nichos mediante la cultura acumulativa, podrían haber intensificado el efecto de estos nuevos tipos de déspotas como pioneros del cautiverio artificial o auto-domesticación, que daría lugar a otra presión evolutiva para la aparición del lenguaje y la prevalencia de perfiles clínicos.
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