Pirotecnología (1). Danza del fuego.

📖🔥 ¿Por qué bailan los chimpancés de Fongoli delante del fuego?

Paleoantropología & Paleoneurología

La evidencia actual del uso del fuego de los homínidos se limita a datos arqueológicos y paleoantropológicos. Sin embargo, los homínidos que exhiben tal evidencia de un posible uso y asociación del fuego deben haber experimentado las fuerzas que impulsan estas adaptaciones durante algún tiempo antes de su visibilidad en la morfología. Es decir, que especies como Homo erectus muestren adaptaciones potencialmente relacionadas con un cambio hacia los alimentos cocidos indica un inicio mucho más temprano para los usos activos y pasivos del fuego, pero no lo conocemos. Por lo tanto, los datos arqueológicos y paleontológicos por sí solos pueden ser insuficientes para identificar los pasos que conducen a la evidencia visible de la fabricación del fuego. De hecho, por poder, podemos especular si fue macho o hembra el o la primera que produjo y mantuvo un fuego de hogar, y nos pondríamos más o menos medallas sobre lo muy mal que argumenta el que sugiere lo contrario a nosotros y viceversa. Como podréis entender, para mí es perder el tiempo. En primer lugar, porque no lo sabemos ni lo sabremos jamás; en segundo lugar; porque no porta nada en absoluto a la evidencia; en tercer lugar, porque no necesitamos saberlo; en cuarto lugar, porque estamos obsesionados con encapsularlo absolutamente todo en fases o estadios, y olvidarnos de los procesos; en quinto lugar, porque hablamos mucho de cognición y poco de tradiciones; en sexto lugar, que mucha de la industria de los homínidos es perecedera, se destruye por el paso del tiempo y sus inclemencias; en séptimo lugar, porque parece ir más enfocado a agradar la agenda o el relato de según qué color político; y por último, porque ni de lejos somos los únicos animales que aprovechan el fuego. Que no es lo mismo aprovechar que crear, sí, pero todo es un proceso. De hecho, si queremos conocer la raíz, sugiero que nos adentremos en algo más sencillo como observar algo que conocemos como forrajeo ígneo en la naturaleza.

La idea del forrajeo ígneo proviene del mundo animal. Si bien solo nosotros hemos adquirido el dominio total del fuego hay casos de depredadores de mamíferos, como los guepardos, que se posicionan para saltar sobre presas que huyen de los incendios o de muchas especies de aves seguidoras del fuego, que se ubican estratégicamente para acorralar a sus víctimas aterrorizadas y perturbadas por el calor y el humo, casos mucho mejor registrados que los que atañen a nuestros orígenes y que abundan en todos los continentes. Estos casos muestran la disponibilidad de recursos que pueden aparecer para especies oportunistas como la nuestra y su posible ventaja selectiva. El forrajeo de recursos producto de los incendios provocados por los rayos puede explicar (en parte) la radiación Homo y sólo exige una atracción hacia las tormentas que los producen, con un uso pasivo y oportunista de este elemento atmosférico con la esperanza de beneficiarse de recursos adicionales asociados al fuego. Ni siquiera hablamos de grandes elementos cognitivos, sino de asociar cosas.

Tormentas hacer rayos, rayos hacer fuego, fuego hacer comida rica. Se especula, además, que hace 2,6 millones de años hubo un pico de actividad de tormentas provocado por un conjunto de explosiones cósmicas, como las supernovas, que pudo facilitar la exposición (y la radiación) de los primeros Homo ante estos agentes atmosféricos y los incendios provocados en la vegetación por estos, y que fueran los grandes impulsores de Homo erectus para conquistar lindes más allá de tierras africanas. Para los homínidos, los beneficios podrían incluir la recuperación de huevos de aves, roedores, lagartos y otros animales pequeños, así como de invertebrados. Aunque el fuego no crea tales recursos, los hace mucho más visibles, y la cocción al azar puede mejorar su digestión, que a su vez puede favorecer a nivel metabólico a ciertas especies como la nuestra. Pero volvamos a la realidad, son inferencias, no podemos saberlo. Además, como comenté antes, nos viene bien un poco de humildad porque otras especies también pueden asociar elementos. Hay ciertos primates que le han perdido el miedo al fuego, un gran simio de hecho, lo cual se hace raro porque por lo general tiende a ser un azote para estas especies que viven en biomas boscosos. Es una subespecie de la que hablo, el chimpancé occidental o de sabana (Pan troglodytes verus).

Los chimpancés se utilizan con frecuencia como modelos referentes para apoyar a nuestro conocimiento sobre evolución humana porque las observaciones de simios vivos, cuando se combinan con pruebas arqueológicas, etnográficas y paleoantropológicas, nos permiten formular hipótesis sobre el comportamiento de los homínidos extintos. Incluso teniendo, obviamente, unos límites por lo obvio que implica tener filogenias distintas. Aún así, los empleamos en arqueología de primates cuando tratamos estudiar las tradiciones culturales de tecnocomplejos creados con materiales perecederos, como ramas, hojas y otros elementos orgánicos, que nos pueden dar pistas de lo mucho que seguimos sin saber de nosotros mismos. Los datos sobre los simios vivos pueden ser especialmente informativos, también, respecto a temas como los orígenes del uso del fuego cuando se espera que el registro paleoantropológico y arqueológico sea escaso. Utilizando análisis cladísticos del comportamiento, Pruetz y LaDuke (2010) argumentan que comprender las capacidades de los simios vivos puede ayudar a los antropólogos a identificar los rasgos que se derivan y los que probablemente también caracterizaron a los primeros homínidos, es decir, los rasgos primitivos de nuestro linaje. De hecho, los chimpancés que utilizan hábitats más abiertos, como el entorno de mosaico de sabanas y bosques en el sureste de Fongoli (Senegal) enfrentan presiones ambientales similares a las de los primeros homínidos que experimentaron una creciente aridificación y expansiones de la sabana hace cerca 2,8 millones de años. Este cambio ambiental influyó también en la estructura de las poblaciones de mamíferos, incluidos los homínidos, en África oriental.

La capacidad de conceptualizar el «comportamiento» del fuego puede ser un rasgo sinapomórfico que caracteriza al clado humano-chimpancé. Estos autores argumentan que si los fundamentos cognitivos de la conceptualización del fuego son un rasgo primitivo de los homínidos, las hipótesis sobre los orígenes del control y uso del fuego pueden necesitar una revisión. Pero es que práticamente no sabemos nada de que fue de nosotros, en conjunto, hace entre 13 y 7 millones de años. Hay un vacío que lo único que hace es invitarnos a llenarlo con relatos y necesitamos pensar en condiciones similares que pudieron dar lugar a elementos conductuales, como la atracción hacia el fuego, que nos pueda dar pistas. Esto es como hablar de mente modular, que si tenemos un modulo cognitivo para entender o crear el fuego en vez de opciones más parsimoniosas centradas en la ecología del comportamiento. Josep Call dice que estos autores cogen al chimpancé de Fongoli porque nos viene bien para señalar determinadas influencias comunes y que hay que tener mucho cuidado para no investigar la especie que nos interese dependiendo de lo que queramos encontrar. También es cierto que Call dice que las plantas tienen cultura, por lo que me lo voy a tomar en serio con reticencias, porque admiro mucho su trabajo. Pero volviendo a los chimpancés, es innegable que en ellos tenemos una oportunidad no ya de observar qué tal fue nuestro pasado evolutivo, sino de ciertos procesos comunes más centrados en el aprendizaje y en los ambientes.

El aprendizaje asociativo de dos especies que se separaron hacen algo más de 6 millones de años puede ser muy similar, en el sentido de que se pueden exponer a las mismas secuencias de estímulos, o muy parecidas, en ambientes que pudieron llegar a tener condiciones concomitantes muy similares. Ambientes de sabana, con parches boscosos, donde se hace una vida en el suelo más que sobre los árboles. La imposición de un sistema que permita aprender, generación tras generación, que existen antecedentes y consecuentes de una conducta da lugar una ritualización de esta última, a nivel ontogenético y filogenético. La ritualización no es más que la repetición de conductas cladotípicas o especietípicas de origen gestual, a veces estereotipias, que indican adherencia a un sistema idiosincrático de comunicación en una población determinada. En los gorilas, por el ejemplo, se da el chest-beating y en los chimpancés la danza ritual. Es decir, consiste en crear una tradición porque lo que aprende uno, lo transmite a otro, que lo aprende y lo modifica, y lo enseña a otro porque implica mejorar, sin tener noción de ello, la fitness a través de repetirlo una y otra vez, que a su vez se adhiere al corpus de conductas de un grupo y que puede dar lugar a una conducta especietípica. Dicho de otra manera, cuando las consecuencias de perseguir el fuego de manera adecuada da lugar a consecuencias beneficiosas aprendemos que hay beneficios por llevar cuidado y por mostrar costumbres varias, pese a no haberlas tenido en cuenta al principio. No hace falta razonar, basta con inferir causas para poder tener una noción sobre algo.

Por ejemplo, los chimpancés en Fongoli vigilan con calma los incendios forestales y cambian su comportamiento anticipando el movimiento del fuego. Es decir, al contrario que otras subespecies de chimpancés, el verus espera su oportunidad. También lo hacen vervets (Chlorocebus pygerythrus) en Sudáfrica, que encuentra oportunidades tróficas en tierra quemada. Pero el chimpancé occidental va más allá, se deleita. De hecho, baila ante su presencia. Hay que recordar que por norma general los grandes simios son víctimas de grandes incendios, sean provocados o no. Pero estos tíos bailan. Todas las subespecies de chimpancé tienen lo que se llama danza de la lluvia, un término que acuñó Jane Goodall, y que es solo una gran exhibición o display masculina para mostrar dominio sobre otros individuos cuando tienen la lluvia encima. Yo traer lluvia, tú comer, yo mandar. Los machos se exhiben todo el tiempo por varias razones diferentes pero cuando se acerca una gran tormenta eléctrica, hacen esta exhibición realmente exagerada, que es casi como en cámara lenta. Los chimpancés de Fongoli van más allá, con el macho dominante aguantando y erigiéndose amenazante delante del fuego, para seguir danzando y vocalizando de manera muy distinta a como acostumbran a hacerlo mientras las llamas devoran todo a su paso. Pero es que estos grandes simios son realmente interesantes.

También golpean con piedras, lanzándolas sobre los troncos de los árboles, ante lo que cualquier antropólogo llamaría ritual o pensamiento religioso. No dudo sobre que sientan cierta religiosidad, pero si lo hacen desde luego que ellos son los protagonistas, la fuente de poder, dados los beneficios a los que se exponen cuando realizan los displays. Esto no lo realiza ningún otro gran simio. Pero aún hay más. También cazan gálagos (Galago senegalensis) y colobos rojos (Piliocolobus badius) con lanzas afiladas, aunque no sabemos si las lanzas son una extrapolación de los palitos que emplean en los termiteros, y sus sociedades son las más igualitarias, donde las hembras tienden cazar más a los primeros y los machos a los segundos, de todas las sociedades de los chimpancés. Además, adaptan los nidos a las inclemencias del clima, reforzándolos cuando hace viento o llueve. Estamos hablando de una subespecie que ha formado tradiciones muy especiales, adaptada a acortar los tiempos en el aprendizaje, y en lo relativo al fuego no podemos obviar el hecho de que circundan los incendios, esperan y se desplazan por la tierra quemada, que la pisan a menudo. Ésta les facilita la locomoción en comparación con la tierra donde abunda la hierba y, sobre todo teniendo en cuenta que no hay continuidad de bosques primarios. Además, le proporciona rica comida que puede alternarse con fruta de los árboles y con pinchos de mono. Por tanto, volvemos al tema de que es, sin duda, un grupo de primates que nos resultan interesantes para comprender nuestros propios orígenes.

Aún así, recomiendo entender que no necesariamente se tuvieron que dar las mismas condiciones, pero también nos ayuda a desligarnos de esa obligatoriedad que implica decir que hay que comprender para hacer. Por poder, con las mismas condiciones, podríamos enseñarles a controlar el fuego porque es de lo que se trata, estratificar en tres fases: uso, mantenimiento y creación del fuego. Sin embargo, me resulta más interesante cómo se puede crear una tradición pirotecnológica en un animal que no tiene nuestro índice de encefalización, pero que pudo enfrentarse a unas condiciones similares a nosotros cuando todavía no éramos ni humanos. Tampoco es necesario antropormofizarlos. Basta con intentar conocer cómo integrar los efectos de la luz y del calor del fuego en un proceso asociativo, como es el aprendizaje, y cómo esta noción se transmite sin intención de una generación a otra. Basta con entender que disfrutan del fuego porque, siendo o no un dios, les hace sentir uno de ellos.

Referencias:

Harrod, J. B. (2014). The Case for Chimpanzee Religion. Journal for the Study of Religion, Nature and Culture8(1), 8–45.

Herzog, N. M., Keefe, E. R., Parker, C. H., & Hawkes, K. (2016). What’s burning got to do with it? Primate foraging opportunities in fire-modified landscapes. American journal of physical anthropology159(3), 432–441.

Heyes, C. M. & Ray, E. (2000) What is the significance of imitation in animals? Advances in the Study of Behavior, 29, 215–245.

Kühl, H., Kalan, A., Arandjelovic, M. et al. (2016). Chimpanzee accumulative stone throwing. Sci Rep, 622219 .

Pruetz, J. D., & Bertolani, P. (2007). Savanna Chimpanzees, Pan troglodytes verus, Hunt with Tools. Current Biology, 17(5), 412–417.

Pruetz, J.D. & Herzog, N.M. (2017). Savanna chimpanzees at Fongoli, Senegal navigate a fire landscape. Current Anthropology, 58(16):s0000.

Pruetz, J. D., & LaDuke, T. C. (2010). Brief communication: Reaction to fire by savanna chimpanzees (Pan troglodytes verus) at Fongoli, Senegal: Conceptualization of «fire behavior» and the case for a chimpanzee model. American journal of physical anthropology141(4), 646–650.

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