Socialidad (1). Enemigo mío.

📖🔱 ¿Cómo evolucionaron las sociedades multinivel en los primates?

Psiquiatría & Psicología Evolucionista

Somos animales sociales. Debido a nuestra naturaleza gregaria, la mayoría de los primates debemos mantener un contacto personal continuo con los otros miembros de nuestro grupo social, generalmente a través del acicalamiento social o grooming pero también a través de otras formas comunicativas. Para nosotros, quizás, el contacto cercano en estos grupos haya evolucionado de maneras mucho más complejas que este tipo de desparasitamiento y, sobre todo, trascendiendo la propia vida social. Y tales grupos funcionan como camarillas, tropas o clanes dentro de los márgenes físicos en los que viven los primates. Cada especie o grupo de especies tiene unos márgenes sociales o una socialidad propia, un tipo de organización social u otro que depende del compromiso con los objetivos personales a corto plazo para que uno gane a largo plazo, a través de un riesgo muy reducido de ser víctima de un depredador, de las inclemencias o desastres medioambientales y al peligro inherente de otros grupos competidores, ciertas ventajas reproductivas y fitness individual. 

La solución que desarrollamos los primates a este problema, al igual que ocurre en otros órdenes animales y, esencialmente, a través de la necesidad de equilibrar los intereses a corto plazo con los beneficios a largo plazo que se obtendrán a través de la vida grupal, es la formación de alianzas. A menudo, estas alianzas están profundamente arraigadas en las relaciones de origen matrilineal (es decir, madres e hijas o hermanas) y funcionan porque, además de otros aspectos, implican un fuerte elemento de confianza y compromiso. Se puede confiar en que un miembro de la alianza acuda en tu ayuda en el momento crucial en que uno está siendo atacado, siendo claves algunas formas de señalización, como pasa con las llamadas y la comunicación gestual. En otros casos, o de manera complementaria, las dinámicas se crean entre los machos dominantes y sumisos. Así pues, se forman estos grupos distintos, con funciones y características distintas según las especies.

Los primates, por tanto y así como otros animales, tenemos distintos tipos de socialidad u organización social. Los hay que son solitarios pero ‘sociales’, como los orangutanes o los lémures enanos; los que viven en tropas multimacho-multihembra con dinámicas de fisión-fusión, como los chimpancés o los bonobos; los que se organizan en torno a un harén, como los gorilas o los monos de Brazza; los que se mezclan en grupos multimacho-multihembra promiscuos, como la mayoría de los macacos; los que forman grupos multimacho-mutihembra con un nivel de jerarquía determinado por la interacción entre machos dominantes, como los babuinos chacma y los anubis; o los que se complican en entramados de sociedades multinivel, como los langures chatos, los babuinos sagrados y de Guinea, los geladas o nosotros mismos, los primates humanos. Por supuesto que hay más especies y estilos de organización social, pero es un trazo grueso para entender la complejidad que entraña compararnos. La vida social de los primates es, por tanto, muy compleja. Tanto que a veces cuesta realizar comparaciones idóneas entre especies. Sin embargo, hemos de observar los patrones de comportamiento social para entrever esas diferencias y esos puntos en común en cuanto a organización social se refiere porque, entre otras cosas, es algo de lo que nos podemos servir como predictor de la complejidad en cuanto a complejidad de la vida y conducta social se refiere, de lo que puede depender la transmisión cultural entre conespecíficos y, por tanto, esto a lo que llamamos inteligencia cultural. Pero volvamos a las sociedades multinivel.

La sociedad multinivel o modular es la organización social que consiste en la formación de agrupamientos grandes de individuos de una misma especie a partir de unidades centrales anidadas u OMU´s (One-Male polygamous Unit), que son módulos de un macho dominante y varias hembras dentro de bandas sociales más grandes, seguidos de los AMUs (All-Male Unit), los grupos de aspirantes solteros o, como me gusta decir a mí, las bandas de machos jóvenes asaltantes o el piso de estudiantes; y por último, el tercer módulo es el NBB/DFJ (Neighbouring Breeding Band) que viene a ser la asociación de vecinos, formada por varias OMUs que colaboran bajo el mando del macho dominante del OMU más resolutivo. Si bien la subestructuración o anidamiento caracterizan a muchas sociedades de mamíferos, las subunidades en sociedades multinivel son generalmente socialmente cohesivas y, en algunos casos, se pueden delinear espacialmente, con estas entidades centrales que suelen ser unidades reproductoras poligínicas, anidadas dentro de una matriz social más amplia donde las unidades de bajo nivel se mantienen en proximidad regular o permanente y coordinan sus actividades diarias, con interacciones sociales que son más frecuentes dentro de las capas internas de una sociedad multinivel y se vuelven cada vez más efímeras hacia las capas externas. En sociedades multinivel de primates no humanos, los niveles superiores pueden sumar varios cientos de individuos.

Se entiende que estas sociedades evolucionaron de distinta manera a partir de grupos multimacho-multihembra en los monos papioninos (babuinos y geladas) y a partir de harenes en monos colobinos (langures), para resolver ciertas cuestiones ecológicas como la escasez de alimentos, el infanticidio, los depredadores o incluso el propio tamaño corporal, porque hay que recordar que estas especies tienden a un gran dimorfismo sexual. Sin embargo, ahora sabemos que estos grandes grupos modulares alcanzaron sus tamaños óptimos también por la interacción competitiva entre los OMUs asociados contra los AMUS, y viceversa. Es decir, entre los machos aspirantes jóvenes y el macho dominante. Esto implica que los grupos crecieron para proteger los harenes, formando alianzas entre machos dominantes y protegiendo a las crías de los infanticidas. También se sugiere que para esto no solo puede haber una dinámica de crecimiento, sino un equilibrio a la baja. Es decir, los tamaños de los grupos deben ser ideales en términos de pervivencia demográfica. Si es demasiado grande, el estrés demográfico puede provenir de las tensiones entre grupos por escasez de alimentos. Teniendo en cuenta que tanto los geladas (Theropithecus gelada) como los langures chatos (Rhinopithecus sp.) son especialistas en alimentos muy concretos (gramíneas y flores/líquenes, respectivamente), la hipótesis de la terrestrialidad y el pastoreo en estos primates se cumple no ya a la hora de que crezcan los grupos, sino para no lo hagan sin control. Por otro lado, tampoco pueden ser demasiado pequeños porque sufren los riesgos que comenté antes: infanticidio por parte de los AMU´s y depredación. Esto implica que deban tener un tamaño ideal, denominado effecto Goldilocks o Ricitos de Oro. Al igual que la zona de habitabilidad del Sistema Solar, pues lleva su nombre, este efecto implica que haya una zona o tamaño ideal de pervivencia demográfica. De ser así, el tamaño del grupo se expresaría en un número de Dunbar para cada especie de mono cercopitecino, con una buena predicción de hecho.

El problema está a la hora de hablar de los seres humanos. Tradicionalmente se ha dicho que formamos sociedades anidadas o multinivel. Sin embargo nuestra demografía es, claramente, mucho más extensa. Sacar la conclusión de que nos organizamos única y exclusivamente en clanes de 150 individuos, teniendo este número como límite, ha sido una apuesta arriesgada cuando formamos sociedades de unas pocas decenas de individuos a otras decenas de millones de habitantes en ciertas ciudades del globo. Eso no quita que ciertas organizaciones básicas se formen de manera anidada en torno a ese número, como pasa con las parroquias y otros elementos culturales. Y creo que ahí está la raíz del asunto. Una pista de cómo podríamos habernos complicado, también, formando este tipo de sociedades nos la pueden dar también otras especies de cerebro grande, como pasa con los elefantes o las orcas, como resultado (en parte) de la selección cultural. Es decir, las tradiciones/costumbres fluyen mejor entre grupos modulares que en otros. La mismas razones que nos pudieron llevar a sociedades multinivel también pudieron serlo para una encefalización mayor, a alargar nuestras ontogenias y a ser más sensibles a cambios ecológicos, incluidos los grupos humanos y sus culturas.

Imaginad por un momento a un simio que forma sociedades multinivel. Es rarísimo, ninguna de las otras especies de grandes simios (orangutanes, gorilas y chimpancés) o los simios menores (los gibones, que son monógamos) forman este tipo de socialidad. O, ¿de verdad es una socialidad? ¿Es posible que fuese una dinámica social más que un tipo de formación social? Una estrategia para resolver exigencias cada vez mayores en especies que, aparentemente, no tienen mucho que ver. Un papión sagrado (Papio hamadryas) es un generalista en cuanto a dieta, pero centrado en el consumo de USOs; los geladas son gramníferos, los langures chatos comen flores y los narigudos son folívoros. Nosotros comemos de todo, por lo que este argumento, por sí solo, no nos soluciona mucho. La hipótesis de la defensa frente al infanticidio de las crías es plausible, sobre todo, en especies con un gran dimorfismo sexual, pero desde que comenzó nuestro proceso de auto-domesticación carece de sentido plantear que sea la razón principal aplicable también a nuestra especie. No estamos expuestos a los peligros de los papioninos y los colobinos, tenemos otros quizás. Sin embargo, la transmisión cultural, como comentaba, si se ve favorecida por la formación anidada. Mejora la forma en cómo transmitimos la información entre los grupos y la socialidad multinivel acelera también la evolución cultural. De hecho, los grupos se definen y se enfrentan en términos de acerbo etnológico/cultural, siendo bastante más plausible que los enemigos fueran más amplios, duros y preparados que una banda de adolescentes aspirantes, pero también negociamos con quien es ajeno. Es decir, que los AMUs tuvieran una interacción mucho más determinante que el de matar crías, hasta tal punto de conquistar y de enfrentarnos por territorios cada vez más extensos o de hacer la guerra en un ciclo de retroalimentación entre conflictos e innovaciones, preparándonos ante el enemigo, haciendo las paces, prepararnos de nuevo, formando sociedades más amplias y definiendo mejor los grupos a los que pertenecemos (y por los que luchamos) con el espejo que hemos tenido siempre delante: nosotros mismos.

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