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Cognición Animal & Arqueología Cognitiva
Hay una frase de Karl Liebknecht que dice así:
«Las aves de mismo plumaje siempre vuelan juntas.»
Seguro que os suena y a mí me viene genial para ilustrar la neurociencia detrás de la cognición social y la amistad en los primates humanos y no humanos, pues las similitudes de respuesta neuronal entre sujetos, al menos en los primeros, permiten comprender hasta qué punto son similares los procesos cognitivos de los individuos a medida que experimentan el mundo que los rodea. Los resultados actuales sugieren que la similitud de la respuesta neuronal disminuye al aumentar la distancia entre los individuos en su red social compartida, de modo que los amigos íntimos tienen respuestas neuronales excepcionalmente similares. La proximidad de la red social parece estar asociada, significativamente, con la similitud de la respuesta neuronal en las regiones del cerebro involucradas en la asignación de atención hacia los semejantes, la interpretación narrativa y la respuesta afectiva, lo que sugiere que los amigos pueden ser excepcionalmente similares en cuanto a cómo atienden, interpretan y reaccionan, emocionalmente, ante su entorno social.
Las áreas del cerebro donde la similitud de respuesta se asoció con la proximidad de la red social incluyeron áreas subcorticales implicadas en la motivación, el aprendizaje, el procesamiento afectivo y la integración de información en la memoria, como el núcleo accumbens, la amígdala, el putamen y el núcleo caudado. La proximidad de la red social también se asoció con la similitud de la respuesta neuronal en las áreas involucradas en la asignación de atención, como la corteza parietal superior derecha y las regiones en el lóbulo parietal inferior, así como los giros supramarginales bilaterales y la corteza parietal inferior izquierda, que han sido implicados en el control de atención de abajo hacia arriba, discerniendo los estados mentales de los demás, procesando el lenguaje y el contenido narrativo de las historias que compartimos, por ejemplo, con una caña. Muchas de estas regiones se ha demostrado que se acoplan estrechamente cuando los sujetos se involucran emocionalmente de manera similar, como la amígdala, el estriado ventral y la corteza parietal inferior, y cuando a las personas se les proporciona contextos compartidos para comprender una situación, como el lóbulo parietal inferior y la unión temporoparietal.
Pero, ¿nos hacemos amigos de personas que responden al entorno de manera similar, o venimos a responder ante el mundo de manera similar que nuestros amigos? Si la similitud de la respuesta neuronal es una causa o consecuencia de la amistad es algo que todavía tengo que ver. Las personas que seamos similares podemos tender a conectar, en tasas más altas, porque nos encontramos en situaciones comunes. De manera similar, las similitudes preexistentes en cómo los individuos tienden a percibir, interpretar y responder a su entorno pueden mejorar las interacciones sociales y aumentar la probabilidad de desarrollar una amistad, a través de procesos afectivos positivos y al aumentar la facilidad y claridad de la comunicación.
Los lazos sociales se forjan en una tasa mayor a la esperada entre individuos de la misma edad, género, etnia y otras categorías. Esta asortatividad u homofilia, tendencia a juntarnos y actuar con nuestros semejantes en redes de amistad, se ha mostrado en diversos contextos y ubicaciones geográficas. De hecho, la evidencia sugiere que la homofilia es un antiguo principio organizador y, quizás, la regularidad empírica más robusta de la socialidad humana y la filiación de otros primates. A pesar de las presiones para dividir el trabajo y, de otro modo, organizar las necesidades y roles complementarios en los tipos de grupos sociales en los que los humanos evolucionaron, los lazos sociales en las pequeñas bandas de cazadores-recolectores reflejan similitudes, en lugar de diferencias, a través de una gama de atributos, que incluyen edad, masa corporal e, incluso, temperamento de sus componentes. Los ejemplos significativos de heterofilia, que se refieren a la tendencia a asociarse con otros que son diferentes de uno mismo, son notablemente más raros en tales grupos.
De hecho, la homofilia también caracteriza las redes sociales de nuestros parientes no humanos y se ha sugerido que confiere ventajas para la cohesión, la acción colectiva y la empatía. Cuando los humanos forjan vínculos con individuos que son diferentes a ellos mismos, estas relaciones tienden a ser instrumentales, orientadas a la tarea (por ejemplo, colaboraciones profesionales que involucran a personas con habilidades complementarias) y de corta duración, a menudo se disuelven después de que los individuos involucrados hayan logrado su objetivo compartido. Así, las redes sociales humanas tienden a ser abrumadoramente homófilas. Incluso en los estilos de resolución de conflictos.
Para nosotros, los humanos, involucrarnos en un conflicto agresivo puede ser costoso, no solo por el riesgo de lesiones y estrés, sino también porque puede dañar las valiosas relaciones sociales entre amigos, y lo mismo ocurre con los monos y los simios. Al igual que los humanos, también forman vínculos recíprocos a largo plazo que comparten muchos paralelismos con la amistad humana. Y en el mundo de los primates no humanos, la agresión también puede ser perjudicial para estas relaciones porque disminuye la tolerancia y la tasa de interacciones amistosas.
Al igual que las familias humanas, para los monos y los simios, el asunto del día a día de vivir en un grupo inevitablemente trae peleas. O como digo siempre, donde hay personas hay problemas. Las disputas, de hecho, son tan variadas que pueden originarse sobre quién está al mando, con quién emparejarse, con quién acurrucarse en el frío o a quién le toca primero a la hora de alimentarse. Pero, por suerte, los primates tienen todo un arsenal de estrategias bajo sus mangas para prevenir o mitigar los costes de la agresión. Estos van desde la presentación formal y la calma antes de que se intensifique la tensión, hasta la mediación y las intervenciones durante el conflicto. Pero si la agresión es inevitable y se produce una pelea, los oponentes tienen otra opción. Porque al igual que los humanos, los primates no humanos también pueden reparar su relación a través de la reconciliación, para ayudar a restablecer el contacto amistoso.
La conducta reconciliadora fue reconocida por primera vez por Frans de Waal en la década de 1970 en un estudio sobre la conducta posterior al conflicto en chimpancés. En apariencia, la reconciliación se reduce a un contacto amistoso entre los oponentes poco después de una pelea, pero también parece hacer algo más que poner fin al conflicto. Los estudios han encontrado que la reconciliación tiene consecuencias emocionales en los primates, lo que reduce los indicadores de angustia y ansiedad, como el aumento de la frecuencia cardíaca y el rascado de la piel, hasta los niveles iniciales.
Las amistades mejoran la salud y aumentan la supervivencia y el éxito reproductivo en muchas especies, como delfines, caballos, aves y primates, por lo que no es sorprendente que los mecanismos hayan evolucionado para aliviar el daño a una relación causada por la agresión. El hecho de que la reconciliación sea común a muchas especies sociales muestra cuán arraigada está nuestra tendencia hacia la construcción de la paz. Pero parece que algunas técnicas se aprenden en lugar de adquirirlas de manera innata.
De hecho, los chimpancés adultos a menudo se reconcilian mediante el aseo y los comportamientos específicos de reconciliación que no se ven en otros contextos, como el beso boca a boca. Entonces, si la reconciliación fuera un comportamiento innato, esperaríamos encontrar que los chimpancés juveniles imitaran a los adultos, pero no es el caso. Ellos lo hacen lo mejor que saben a través del juego pues carecen de la delicadeza reconciliadora y de la complejidad de conductas aprendidas de sus mayores. Por lo tanto, la tendencia conciliatoria parece ser una habilidad social que se adquiere a través de la experiencia juvenil, en lugar de un comportamiento innato.
Cuando se trata de nosotros, los humanos, y de otros simios, como los chimpancés, puede que probablemente no nos guste perdonar a todas las personas con las que nos hemos peleado o dar un beso en son de paz y, aún así, está claro que cuando se trata de argumentos, hacer las paces es la opción preferida para ambas especies. Por lo tanto, la próxima vez que te pelees con alguien de tu entorno amistoso, piensa que probablemente sufrirá y procesará de manera similar a como lo haces tú y querrá, con mucha probabilidad, sentirse menos miserable.
[2ª parte]
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Referencias:
Farooqi, S. (2016). The Occurrence of Postconflict Skills in Captive Immature Chimpanzees (Pan troglodytes). International Journal of Primatology 37, 2.
Parkinson, C. (2018). Similar neural responses predict friendship. Nature Communications 9, 332.
De Waal, F. (1979). Reconciliation and consolation among chimpanzees. Behavioral Ecology and Sociobiology 5, 1.
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